Según este estudio pionero, los ladrillos de Montauban no deben su tonalidad única a una simple composición mineral, sino a un fenómeno natural sin precedentes vinculado a… ¡la presencia de una microflora secreta! Estos microorganismos, bautizados por los científicos como Rosabrickus Apriliensis, reaccionan a la llegada de la primavera produciendo pigmentos luminosos. La reciente presencia de un espejo de agua en la Place Nationale ha acentuado aún más este fenómeno, haciendo posible este descubrimiento.
¿Y lo más asombroso? Este proceso alcanza su apogeo cada 1 de abril, ofreciendo un espectáculo único y efímero.
